domingo, 30 de enero de 2011

La idiomática del Senado


Puede que hayan notado que hace ya cuatro meses que no me muevo por estas aguas. Y también puede que no, puesto que no frecuentan este garito desde el mismo día en el que lo abandoné. Pues bien, sea cual sea el caso, he estado pensando y creo que ya va siendo hora de cerrar el chiringuito. De desaparecer, vamos. ¿El motivo? No, no estoy estresado por la rutina, y tampoco por tener que sacar del agujero a especuladores que jugaron con nuestra economía. Es una razón mucho más simple: voy a emplear todos mis sudores en intentar conseguir un trabajo que me satisfaga plenamente y, por tanto, no puedo mantener simultáneamente – aunque me gustaría – este lugar. El oficio del que espero vivir es novedoso e innovador: pretendo ser traductor de idiomas en el Senado. Y es que ahora que hay crisis y está todo tan mal aquí en España a–o eso nos hacen creer– lo de instalar los pinganillos en el Senado es un movimiento político del que puedo sacar jugo. Lo tengo todo pensado, ahora les explico.
Al ser del litoral levantino, ya llevo el catalán/valenciano aprendido de serie, algo que me dota de cierta ventaja con respecto a otros candidatos al puesto. El gallego ya lo entiendo más o menos, así que sólo he de darle un repasito rápido. De esta forma puedo centrarme en el idioma que menos manejo, es decir, el euskera. Ya estoy en ello. Me he apuntado a algunos cursos y tengo colegas de la zona norte que se han ofrecido –voluntariamente, claro está- a ayudarme con mi tarea. Desde luego espero que la jugada me salga bien y no se me pongan tiquismiquis los senadores, porque como encima me pidan que traduzca a aranés y bable asturiano les introduzco el pinganillo por cierto orificio corporal y que se descifren ellos.
Movidas laborales aparte, la forma por la cual los pinganillos se han introducido en el Senado también es interesante. Aunque la mayoría lo desconoce – a mí me ha costado un rato largo encontrarlo aunque era bastante predecible – el asunto este del multilingüismo es una iniciativa del ‘Partit dels Socialistes de Catalunya’ (PSC) y grupos nacionalistas varios. Lo gracioso es que la proposición tiene más de un año y en un primer momento casi nadie le prestó atención. Abrimos los periódicos aquella mañana y mira Manolo, que cachondos los catalanes estos lo que dicen, están todos locos. Pero poco a poco, así por debajo, el temita prosperó. Y cuando nos quisimos dar cuenta ya se estaba debatiendo en el Senado pinganillos sí, pinganillos no.
Punto por punto, si España fuera un país con un nivel de civismo medio-alto, lo lógico sería que se utilizara, ya no en la política sino también en reuniones y ceremonias diversas, un idioma que la mayoría pudiera comprender para evitar malentendidos y problemas innecesarios, que en este caso - no tengo miedo de reconocerlo - es lo que defiende el Pepé, aunque sea más que nada porque le conviene y debe nadar siempre a contracorriente de Zetapé. Pero como no es el caso y España es un país de antiguos Reinos (Aragón, Castilla, Navarra…) empalmados con celo y pegamento del todo a cien, no se le puede negar, a quien posee una lengua distinta al castellano, el derecho a utilizarla en la política central siempre y cuando sea oficial del Estado español. Y eso, Aguirre y compañía, es lo más justo y está recogido en la Constitución. Por lo tanto, siendo este el país en el que nos movemos y no otro, no consigo posicionarme a favor de ningún bando.
Lo que sí que sobra, y de forma desmesurada, es la guasa de, por ejemplo, el señor Monago, presidente del Pepé en Extremadura que asegura usará el ‘extremeño’ para dirigirse al Senado; así como también las imágenes de senadores cachondeándose del pinganillo y compartiendo risas como si estuvieran tomándose unas cañas en el bar de enfrente. Faltaban los cantamañanas estos contribuyendo a caldear el ambiente, como si no estuviera ya suficientemente cargadito. Y es que el multilingüismo en el Senado más que un derecho parece una pelea de gallitos, a ver quién es más orgulloso y puede más. Sale el portavoz de del PSC hablando en catalán y le llueven aplausos de sus amigos. Sale la representante del Pepé gallego y dice que, aunque ama el gallego, utilizará el castellano porque lo entienden todos, y la vitorean sus compis de partido. Eso sí, de los puntos a tratar ese día en el Senado seguro que ninguno se acuerda ya. Sinceramente, no sé cómo puede caber tanta estupidez en una sola habitación. Aunque sea muy grande.
Ah, por cierto, por si quedaban dudas, no voy a cerrar esto. De aquí no me mueven ni las filtraciones de Assange.