sábado, 7 de agosto de 2010

Lidiar con el enemigo

Me dispongo a zambullirme en las turbias aguas de un tema que preferiría evitar, por lo mascadito que lo traen algunos. No obstante, me voy a adentrar en él de cabeza, nada de medias tintas. Espero no estar obsesionándome, pero es que hasta mis amigos más allegados hacen sus comentarios al respecto con cierta frecuencia. Y claro, al final uno encuentra en este ignoto rincón el aliado perfecto para dar rienda suelta a sus opiniones.

Para esclarecer un poco el asunto y sacar a muchos de la incógnita en la que se hallan sumidos, revelo que ese tema al que me refiero no es otro sino la tauromaquia. Es decir, el “arte” del toreo. Pero quien espere encontrar aquí glosas en las que manifiesto mi más profundo y sincero deseo de que algún torero sea embestido desde la córnea hasta la ingle – pasando por el píloro, claro está – ha patinado estrepitosamente. Es más, es ahí donde quiero ir a parar porque, desde hace ya unos cuantos lustros, se viene desarrollando un movimiento pro-ecológico-naturalista-mostrenco que deja en evidencia a los que de verdad quieren ayudar a la sostenibilidad del planeta con hechos en vez de con necedades.

Llegados a este punto, me veo obligado a declarar abiertamente - para salvaguardar mi integridad física - que no soy taurino, picador, ni amigo de Jesulín. Es más, disiento bastante de las opiniones taurinas en lo que a ruedos se refiere. Pero, por el contrario, no consigo tragar la nueva oleada progresista, patriota de la naturaleza, que sobrepone lo nimio mientras ignora el Debate sobre el Estado de la Nación – qué puñetas será eso – y pasa de manifestaciones laborales.

Que sí, que yo también me alegro de la prohibición de los toros en Cataluña aunque se haya hecho bajo un trasfondo de infinita hipocresía – véase CIU y los toros “embolados” por ejemplo – pero bueno, es un progreso. Y por esto, porque muchos de los antitaurinos han catalogado la interdicción como “progreso”, no se puede consentir que de entre ellos surjan movimientos que deseen daños o incluso la muerte de aquellos que practican la labor de lidiar, un pensamiento nada liberal. Y voy más allá: en la red social española por excelencia, tuenti, figura una página con el nombre de “Soy de los que piensan Jodete! cuando un toro pilla a un torero” a la que se han adscrito más de 10.000 jóvenes. O lo que es lo mismo: a más de 10.000 adolescentes españoles, futuros votantes y guardianes del porvenir de este país, les gustaría ver muertos o, en su defecto, maltrechos a seres humanos en favor de animales.

Un rápido golpe de vista a nuestra Constitución, esa que tantos se afanan en defender sin perder de vista el Estatut y la descendencia monárquica, y podremos encontrar aquello de que todas las profesiones son igual de dignas, incluida la lidia. Luego, hasta que la ley diga lo contrario, porque no olvidemos que la Constitución no es un dogma sino que nace del consenso y es susceptible a ser modificada, respetemos a los taurinos y combatámosles con política, dando una lección de civismo a esos cínicos líderes que encima nos gobiernan.